martes, 18 de enero de 2011

ULTIMA AVENTURA DEL 2010

Hola y feliz año para todos!!!
                                            Luego de unas vacaciones de escritura acá vuelvo contándoles la última aventura que nos deparaba el 2010. Luego de pasar una Nochebuena en familia, bien acompañados, con muchos regalos y algo de bebidas nos fuimos a casa a terminar de preparar los bolsos para el viaje que comenzábamos al día siguiente. Terminamos como a las 3 y media de la mañana y finalmente nos fuimos a dormir.
El día amaneció nublado y fresco, por lo tanto más fue nuestra alegría de partir, aún cuando estábamos un poco cansados por la trasnochada. Nos vestimos de verano, cargamos los bolsos y nos subimos al auto. Lo que no nos dimos cuenta fue que junto con nosotros, decidieron subirse dos diosas juguetonas, caprichosas y sorprendentes: LA BUENA Y LA MALA FORTUNA...Salimos a las 10.45 rumbo a Cipolletti. Hicimos un excelente viaje en tiempo y forma hasta Piedra del Aguila. Cuando paramos a cargar nafta nos dimos cuenta que estaba todo cerrado, cosa que nos hizo dudar de nuestro buen criterio sobre viajar un 25 de Diciembre. Salimos rumbo a Neuquén y en la primer subida la mala fortuna decide asomar su nariz... el auto comenzó a pistonear, eso para los que no entienden un pomo de mecánica significa que el motor hace un tintineo que no augura nada bueno. Gusti apagó la música y escuchó, pero lo aceleró un poco y no lo hizo más. A partir de ahí, en cada subida era lo mismo, bajar la música, escuchar, seguir... Luego de un rato fue bajar la música, pelear con los chicos porque se quejaban de que se les bajaba la música, escuchar y seguir.En ese momento me acordé de cuando habíamos ido a Rosario que entre 25 de Mayo y Santa Isabel habiamos visto arañas del tamaño de una palangana. Que iban a tener que ir al baño en 25 de Mayo porque ni loca yo quería parar ahí. Gusti me miró con cara de pocos amigos y ahí corté con el tema.
La buena fortuna hizo que llegáramos bien a Cipolletti y además hizo que Pablo, un ex compañero de trabajo y amigo de Gusti, y su familia nos esperaran con una riquísima comida fría y navideña. Disfrutamos el almuerzo en buena companía y Ramiro y Cata disfrutaron de la pileta y el día caluroso junto a Juan Cruz, su pequeño anfitrión. Durante el almuerzo me volví a acordar de las arañas enormotas y lo traje a colación. Todos se rieron y Gusti me dijo que la cortara, que los chicos no iban a querer pasar por ahí si seguía con mis comentarios inoportunos.
Luego de almorzar las ganas de dormir la siesta eran tan grandes, que de mil amores nos hubiéramos quedado, pero como teníamos reservada una hostería en Victorica, a las 5 y media y con muy pocas ganas salimos de viaje nuevamente. Cargamos nafta en Cipolletti y salimos rumbo al norte. El viaje hasta 25 de Mayo se hizo corto y llevadero. Justo antes de llegar le erramos la entrada y tuvimos que volver a subir a la ruta. Ahí el auto se paró y le costó arrancar, pero arrancó.
Llegamos a la estación de servicio, cargamos nafta, fuimos al baño y compramos unas papas fritas, unos nachos y un agua en el único lugar que había abierto. Cuando nos subimos al auto Ramiro preguntó si el polvo que se veía adentro del auto era normal. Como ninguno de nosotros lo veía lo ignoramos y arrancamos. Justo cuando salíamos a la ruta venían unos camiones grandes asique frenamos y el auto se volvió a parar. Gusti largó unas cuantas onomatopeyas, rayos y serpientes, arrancó el auto y seguimos.
Agarramos el camino hacia Santa Isabel, por un desierto recto y caluroso. Anduvimos como una hora, pasamos varios camiones, yo me comí las papas fritas y nos dirigíamos hacia el horizonte, como el Llanero Solitario, cuando la mala  fortuna decide hacer su aparición en todo su esplendor, el auto comienza  a fallar, Gusti apaga la música, mira por el espejo retrovisor y ve un humo grisaceo. Para adelante recta y desierto pelado, para atrás lo mismo. Ramiro le preguntó al padre si pensaba parar, yo pensaba que era el lugar de las arañas, Cata pensaba que se iba a armar la rosca porque Ramiro importunaba a su padre, Ramiro pensaba que el auto se iba a incendar y Gusti pensaba en encontrar un lugar con sombra... En eso se prendió la luz de aceite, asique no hubo que pensar más, apagó el auto y nos tiramos al costado de la ruta en un silencio absoluto. Yo abrí la puerta del auto pensando que todas las arañas me estaban esperando para saltar adentro, pero creo que disimulé.Gusti abrió el capot, miró el escape, tocó el aceite que había en el portón trasero del auto y se dió cuenta que estábamos bastante fritos. Sin pensar demasiado decidimos que hay que ir hacia adelante por lo tanto nos dicidimos por Santa Isabel. Gusti propone que yo me vaya con Ramiro, pero yo la veo a Cata y su cara de desesperación y le digo que prefiero llevarmela a ella. Mientras tanto pasa un camión de esos que llevan tanques de gas, que dejamos pasar. Yo sé que vienen dos más atrás y me gustaría subirme a uno de esos. Arreglamos que yo llamo a la grúa y los mando para ese lugar. Viene otro de esos camiones, le hacemos señas y para. Gusti le pide si nos lleva hasta Santa Isabel y el señor dice que si. Sin decirnos ni chau, nos subimos y Gusti me grita que le mande novedades con algún auto.
El chofer del camión, un señor de unos cincuetilargos, agradable y educado le dice a Cata que se ponga cómoda en la cucheta y yo me siento en el asiento del acompañante. Le tendría que haber sacado una foto a la cara de Cata porque era de pánico total, pero no de susto de nena, sino de persona grande que no confía ni medio en el desconocido. Yo comienzo a charlar con el señor y como toda persona que viaja sola se muestra de lo más predispuesto. Como a los diez minutos el señor dice qué lastima que no miramos en el mojón que estaba el auto y Cata dice que ella sí lo vió, que era el 432. El señor le dijo que era muy inteligente y que la felicitaba. Eso hizo que se relajara un poco. Entoncesyo le digo a este señor que yo tengo un primo que manejaba camiones de gas pero de otra empresa y le digo el apellido de mi primo: NNN y él me pregunta LucianoNNN?? Yo le contesto que sí y es ahí donde me doy cuenta que me traje la buena fortuna conmigo porque me dice que son compañeros de trabajo y que fué él que le enseñó a manejar a mi primo y acto seguido marca un número y lo llama. A todo esto debo decir que a mi primo no lo veo hace unos cuantos años asique fue bastante raro hablar con él desde otro teléfono. Muy amoroso me preguntó si estábamos todos bien, le dije que no llamara a mi mamá que todavía no sabía nada y cortamos. A partir de ahí la cara de Cata fue otra. Lo bueno de ir en camión es que están obligados a ir a 80 máxima. Lo malo de ir en camión es que están obligados a ir a 80 máxima, con lo cuál si bien me sentía segura el viaje se nos hizo re largo. En un momento vimos lo que parecía una soga en el asfalto, pero cuando estábamos por llegar se levantó y era una serpiente!! Nunca más contenta de haberme subido al camión. Luego de un rato que no puedo precisar, me entra un mensaje con lo cuál me doy cuenta que estoy en condiciones de llamar al seguro. Hay que sacarse el sombrero sobre la atención de los seguros porque son previsores, te toman el número de teléfono por si se corta; son acertivos, no importa quién te atienda siempre saben quién sos y qué necesitás y además son expeditivos, te dan una respuesta rápidamente. Luego de manifestarle la necesidad de una grúa me dijeron que me volvían a llamar. Mientras tanto oscureció y llegamos a Santa Isabel. Pato ( ya éramos amigos, casi parientes), el señor chofer, se tomó a pecho la responsabilidad y no me quiso dejar en cualquier lado, por lo tanto se bajó a conseguirnos alojamiento. Acá debo hacer un parate porque aunque no se note hace dos horas que escribo y el agotamiento no me permite ser detallista como me gustaría, por lo tanto acá me despido hasta dentro de poco, pero no sin antes agradecerle millones de veces al señor Pato por su gentileza y bonhomía, deseándole una larga vida para que pueda proteger a su nieto e hijas y darles la vida que él desea Saludos mil.